Había oído hablar mucho de ella antes de llegar a José Gálvez. Es una mujer valiente, en su sitio, sabe dónde vive y para qué. Me ha sorprendido su fuerza para superar las adversidades, las dificultades, la situación física en la que se encuentra. Sigue al píe del del cerro, donde se encuentra el convento y donde ella quiere vivir, firme en su tarea de evangelizar, de escuchar, de ayudar, de entregarse. Realiza cada día multitud de tareas, no deja de hacer y proponer, de ser referencia para la comunidad y muchas de las personas de José Gálvez. Es una mujer que conoce su pueblo, aunque es dominicana, su pueblo ya es Perú, ya es José Gálvez.
Carmen pasa mucho tiempo en la capilla. Está allí en los momentos importantes del día, al comienzo, al final del día, en la adoración del Santísimo… pedir y pedir, dar gracias, contemplar… Estoy seguro que esa fuerza que desborda viene de la relación íntima con Dios, es la oración el motor de su hacer diario, lo que mantiene su sonrisa y las bromas en medio de las situaciones que pasan por su corazón después de escuchar a tantas y tantas personas.
Mucho de su tiempo lo dedica a escuchar. Es un goteo constante en la casa, suena el timbre y una familia, luego una señora mayor, después un matrimonio, unos novios, unos jóvenes para preparar la confirmación. Escuchar, que importante es para todo el mundo, pero mucho más para los que además de una situación difícil no saben en quien confiar. Ella está siempre disponible, no hay horas, siempre hay tiempo para ello. Escuchar también a sus hermanas, a su comunidad. Una escucha que pude comprobar, y sobre todo disfrutar, los días que he estado allí, tanto en reuniones o encuentros personales como en reuniones del grupo de voluntarios o con las hermanas. Esta escucha traspasa varias generaciones, escuchó a los padres, ahora a los hijos y alguno de los nietos. Una escucha que estoy seguro lleva a la oración de cada día, una oración llena de nombres para que el Señor los escuche, llena de gritos para que Dios los atienda.
La hermana está pendiente de todos los proyectos en los que está implicada. Atiende las necesidades del comedor, acompaña un grupo de mujeres en las tareas de confección, hace seguimiento de varios microproyectos/microcréditos a familias o personas con necesidad… Y todo esto en silencio, sin mucho ruido. Ese silencio bíblico de la caridad, ‘que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha’. Un silencio para quitarse méritos y dejar que sea Dios el protagonista del encuentro transformador que da la caridad, la ayuda, el servicio.
Carmen está preocupada por todos y cada uno de los que viven en su casa, de sus hermanas como no podría ser de otra manera y también de los que hemos pasado por allí. Consejos permanente sobre nuestra seguridad, sobre cómo comportarnos, sobre con quien hablar o no estos días… Un consejo, una petición, gestionar una ayuda, buscar una solución, proponer una alternativa… La hermana nunca se acuesta sin saber que ‘todos están en casa’.
Hay una tarea que ella vive con mucho gozo y alegría. Cada miércoles dirige en la iglesia de Santa Teresita del Niño Jesús, la celebración de la Palabra. Ese día por motivos pastorales no hay Eucaristía y es ella la que dirige la celebración. Con la Palabra en la mano, en la boca y en el corazón preside un momento comunitario de oración y encuentro con Dios. Lo prepara con esmero, lo celebra con gozo, lo comparte con generosidad. Los que asisten, pude un día participar en la misma, lo hacen con la normalidad y la naturalidad que da encontrarse con alguien que está dispuesto a servirte siempre y en ese momento con la Palabra de Dios como ofrenda para la vida. Esta tarea pastoral y celebrativa tiene un anticipo la tarde de los martes con un grupo de personas que bajan desde el cerro o acuden de distintos lugares de José Gálvez a rezar y escuchar la Palabra de Dios. Mujeres, en su mayor parte, que participan de esta catequesis bíblica pegada a la vida que es un chorro de esperanza para volver a lo cotidiano que apremia, que aprieta y exige gran dosis de lucha y compromiso.
He descubierto que para la hermana Carmen Karit solidarios por la paz es muy importante. Sabe qué somos, conoce nuestro ‘poco’ y hace posible ‘el mucho’ que se necesita en José Gálvez, nos ve y vive como parte de la Familia Carmelita, nos quiere como algo propio, desea que sigamos proponiendo y compartiendo con ellos, con los que cada día pasan por su puerta y se sientan a su lado, se siente parte de Karit no solo en Perú sino en cualquier parte del mundo, se desvive en la acogida de los voluntarios al sentirlos como hermanos… Siente que mucho de lo que hace es Karit, que mucho de lo que propone es la propuesta de transformación de la realidad que Karit alienta y se siente parte de este proyecto.
La hermana Carmen ha tenido conmigo, y sé que con todos los voluntarios de este Campo de Trabajo, multitud de detalles. Han sido detalles que nos han hecho sonreír, vivir con sosiego la lejanía de nuestra tierra, que nos han facilitado las cosas… detalles de hospitalidad que nos han abierto puertas, que hecho mucho más fácil las cosas y que han ayudado a que la experiencia que andábamos buscando y construyendo se hay hecho realidad.
Gracias, Carmen.